Un pueblo, pequeño, que cada puerta está cuidada al máximo y pintada de un color, llamativo, fresco, vistoso... lo fácil que es que un pueblo sea una delicia a la vista.
Y compré aguacates, y mermelada de chirimoya y de níspero.
Y comí divinamente.
Vamos, lo que viene siendo una visita obligada: Frigiliana (aunque el día anterior dije Filigrana y se descojonaron de la risa). Málaga.
Y me bebí un vino moscatel semi-dulce, con degustación (que así llaman a las tapas) por 1,50€... una maravilla.
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