Estuvimos hace unos seis meses y debo reconocer que la experiencia fue fantástica. A pesar del poco espacio (tendrás mucha suerte si consigues encontrar una butaca alta), cada vez que llegaba un plato nuevo suponía una sorpresa mayor que la anterior. Fantásticos platos tanto por su aspecto como por el sabor.
El dueño y cocinero un tipo encantador que rápidamente se dio cuenta del trato que otorgábamos a su comida y se implicó mucho... Llama poderosamente la atención que la tinta de los calamares estuviera pintada en el pan o bien el rulo de pan negro, morcilla cebolla roja y crema de queso que no recuerda a los Tigretones (de hecho se llaman Trigretostones), esos bollos que comíamos cuando éramos pequeños. El resultado verdaderamente fantástico y llamativo.
Hace exactamente una semana supusimos que habrían cambiado la carta y, puesto que nos quedaba muy cerca, decidimos acercarnos de nuevo. Una vez más nos sorprendieron muchos de los platos. Hechos con cariño y teniendo cuenta todos los detalles. Me encantó "Verano azul", unos chanquetes con huevo muy llamativos y, por supuesto, una mención especial a la variación del helado Drácula. No me gustan las texturas tipo gelatina y en cambio esta negra, sabor Coca-Cola, me dejó con la boca abierta.
En esa ocasión el cocinero no estaba tan receptivo. Es verdad que todo el mundo puede tener un mal día...
Desgraciadamente no marchamos con un mal sabor de boca puesto que al pedir la cuenta no nos habían duplicado un plato, ni dos ni tres sino la friolera de seis.... lo que ascendía a más de 30 €. Me parece imperdonable. Y más aún que el dueño, situado a 2 metros, no hicieran ni siquiera el gesto de levantarse a preguntar lo que estaba sucediendo.
A pesar de que me gusta mucho el sitio, por ahora lo dejamos aparcado....
2 comentarios:
Me parece una idea estupenda. Me apunto.
Me viene a la cabeza una canción de Sabina(yo soy muy fan, eh?): "al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver".
Qué tío listo...
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